La Medicina Fetal es la oportunidad que tenemos de cuidar de ese paciente que nos muestra el ecógrafo y procurar que sea un bebé más sano al nacer.
Así de bonito y así de revolucionario. Esta subespecialidad de la Ginecología y la Obstetricia nace de una “revolución” en la Medicina clásica, hace apenas tres décadas. Una disciplina muy joven, que surge con una serie de avances científicos y tecnológicos que favorecieron la aparición de una nueva perspectiva: la que mira al feto como un paciente al que podemos diagnosticar, tratar y -en casos excepcionales- incluso operar dentro del vientre materno, y ofrecerle una mejor calidad de vida al nacer.
De este modo, nos permite integrar la atención prenatal y postnatal, y realizar un seguimiento que hace que el historial clínico del bebé comience antes de nacer.
Así, si es necesario, nos permite recurrir a compañeros de otras especialidades – pediatras, neonatólogos, cardiólogos, genetistas, cirujanos, traumatólogos, digestivos…- o, incluso, elaborar un plan de parto y estar preparados para las necesidades que el bebé pueda tener al nacer.
La mamá, el bebé, y el correcto desarrollo del embarazo son el centro de esta especialidad. La ecografía es nuestra principal herramienta de vigilancia del feto y de todo lo que ocurre dentro del vientre materno. Nos permite estudiar su anatomía, estimar su peso, así como controlar la función placentaria o circulatoria.
El rápido desarrollo de esta especialidad permite analizar aspectos cada vez más complejos, e introducir pruebas como la ecocardiografía o la neurosonografía fetal, que estudian en detalle la actividad cardíaca o el cerebro del bebé, y también trabajar, cada vez más, de la mano de la genética, que cada vez nos da más información.
Además, ha supuesto un gran avance en el manejo de patologías obstétricas clásicas, como problemas en el crecimiento fetal, riesgo de prematuridad, o enfermedades propias del embarazo, como la preeclampsia.
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